junio 15, 2025

La promoción del Buen Trato como principal herramienta de prevención y actuación ante los riesgos y las situaciones de maltrato a personas mayores

Atención Centrada en la Persona en Residencias

Tiempo de lectura: 13 minutos

Carlos Mirete
Director Instituto ConnectACP

Los malos tratos hacia las personas mayores, un asunto de reciente preocupación

Este 15 de junio es –y lo viene siendo desde el año 2006– el Día Mundial de la Toma de Conciencia sobre el Abuso y Maltrato en la Vejez, de acuerdo con su establecimiento por parte de la ONU. Designar explícitamente este día como de “toma de conciencia” y no de ataque y lucha frontal contra el abuso y el maltrato denota una cuestión fundamental para el logro de los objetivos que este día se persiguen: la carencia –y su derivada necesidad– de una sensibilidad compartida acerca de este fenómeno: qué es, qué significa y qué consecuencias individuales y sociales tiene.

La concienciación se torna protagonista dado que, al contrario de cómo ha venido sucediendo con respecto a otros grupos de especial vulnerabilidad con aguda exposición al abuso y maltrato, las análogas y proporcionales violencias dirigidas hacia personas mayores no han generado idéntico interés social, o preocupación sobre la urgencia en la adopción de medidas.

Así, el camino que tenemos por recorrer en este sentido y que el 15 de junio se encarga de recordarnos se empedra con el “conocer para intervenir” pero resultando necesario sensibilizar para que esos conocer e intervenir puedan realizarse con garantías.

El camino, también, resultará un tanto largo, pues es desde hace solo 30 años, que contamos con una definición de maltrato capaz de generar consenso entre multitud de agentes y estamentos. Propuesta por Action on Elder Abuse en 1996 y adoptada oficialmente en el año 2002 en la Declaración de Toronto para la Prevención Global del Maltrato de las Personas Mayores, este enfoque establece que el maltrato a una persona mayor o a las personas mayores supone la:

“acción única o repetida, o la falta de la respuesta apropiada, que causa daño o angustia a una persona mayor y que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza”.

Un acierto de esta definición es explicitar “que causa daño o angustia”, que lejos de resultar inadecuada por desenfocada, favorece una necesaria comprensión maximalista y amplia del fenómeno y de todas sus casuísticas, incorporando con ello –plena o potencialmente– muchos elementos constitutivos de abuso a tal consideración. Esta definición, ofrece una deconstrucción del fenómeno en más piezas que las que suponen meramente aquellas las más gráficas y explícitas del abuso -sobre las que ya existen amplios consensos al respecto de su gravedad y sobre las  que no resulta tan necesaria ni urgente una sensibilización intensa-.

Otro acierto que encontramos en esta definición es el establecimiento de la existencia de “una expectativa de confianza” como condición necesaria para que una realidad de abuso sea tal, por su capacidad para arrojar, primero, luz sobre los efectos y  las consecuencias psicológicas y emocionales del abuso en quien lo padece y, seguidamente, sobre las reticencias que las personas presentan para la intervención directa de terceros sobre los sucesos de abuso -refiriéndonos a todo el recorrido de la intervención, pero especialmente a las dificultades para la denuncia, la judicialización y la punición del maltrato-.

Así, bajo este enfoque consensuado, hemos venido encontrando en las últimas décadas un marco más útil y ágil para la identificación de las situaciones de maltrato, para  comprender mejor las causas y efectos de los mismos, para identificar los principales factores de riesgo y sus determinantes sociológicos, políticos, económicos o culturales, para poder discriminar el maltrato consciente del inconsciente y para saber diferenciar las situaciones de abuso manifiesto de las situaciones de negligencia o abandono.

Esta riqueza de conocimiento generado y acumulado nos ha permitido elaborar un cuerpo de recursos (maestría teórica y práctica, servicios, protocolos, acciones y políticas públicas) de evidente valor, pero que se distinguen por enmarcarse fundamentalmente en lo que conocemos por prevenciones de naturaleza terciaria y secundaria y, en menor medida, en la prevención primaria: respuestas para proteger la vida y la integridad de la persona abusada, para revertir las situaciones incipientes de abuso o mitigar sus efectos interviniendo en el caso o en sus factores determinantes, pero vehiculizadas a partir de un entendimiento de la intervención preminentemente individualizada.

Igualmente, este conocimiento nos ha permitido darnos cuenta claramente que el maltrato es un fenómeno muy opaco (activamos menos intervenciones primarias, secundarias y terciarias que las que la prevalencia estimada del fenómeno requiere). Muchas formas de maltrato encuentran un oscurantismo que las favorece, al tiempo que otras formas de maltrato no son consideradas como abusos, tanto desde entendimientos socialmente compartidos como desde incluso quienes las ejercen en el plano doméstico, familiar o comunitario.

Esta opacidad arroja -paradójicamente- abundante luz sobre el largo camino por recorrer que nos queda en la comprensión compartida de la magnitud de este fenómeno, lo que a su vez tiene una relación directa con el valor –o en este caso el minusvalor– que otorgamos a la vejez y a las personas de edad en nuestro entorno.

El determinante cultural para explicar e intervenir favorablemente en los maltratos y abusos

Es el edadismo, de acuerdo con la propias ONU, el significante cultural que principalmente explica esta opacidad y carencia de soluciones sociales e integrales para el abuso hacia las personas mayores. El edadismo es origen y a la vez consecuencia de una visión muy negativa del envejecimiento: de las personas envejecidas y de su aporte o retorno –negativo– a la sociedad y al bien común, especialmente por la idea extendida del sobreconsumo de recursos y servicios.

No porque algo no exista debemos dejar de temerlo, decía el famoso escritor británico Alan Moore y, el edadismo, aun sosteniéndose desde mitos y creencias falsas, rígidas y/o desproporcionadas, tiene efectos muy tangibles y de enorme impacto tanto en la conformación de un conjunto de actitudes y valores –incluso relatos– sociales como en las acciones o comportamientos subsecuentes –y coherentes– con aquellos. Aún padecidas desigualmente en dimensión y frecuencia, tales casuísticas tienen intensas consecuencias negativas en la vida y en la vivencia subjetiva de la misma por parte de quien los padece. Incluso alejados de intencionalidad, afectan muy directamente a la dignidad y al trato respetuoso hacia la persona… y por supuesto a su integridad.

De este edadismo, entonces, surge también la falta de conciencia o sensibilidad -que el 15 de junio viene a combatir– sobre las amplias formas y que el abuso puede adoptar y la dimensión real del problema, así como las formas en las que sibilinamente puede ocultarse.

Así, trascendiendo los abusos de naturaleza física, psicológico-emocional, económica, sexuales o las negligencias en la provisión de las necesidades de la persona -sus modos más gráficos y explícitos-, cuando conseguimos anular esa falta de conciencia, aparecen “sorpresivamente” la infantilización, la falta de apoyos para el autocuidado de la propia persona mayor, la violación de derechos como la intimidad, la privacidad o el acceso a la información, las restricciones físicas, la infra o sobremedicación y un largo etcétera de realidades muy presentes como elementos constitutivos de abusos potencialmente tan graves como los primeros.

Desde multitud de ámbitos, creemos que si bien es urgente e ineludible reforzar estas medidas de protección e intervención primaria, secundaria y terciaria, así como estimular una conciencia-consciencia mayor sobre el edadismo y cómo favorece multitud de realidades de maltrato, se requiere de una acción (enmarcada en lo que se conoce como prevención primordial) suplementaria sobre la que construir un paradigma cultural capaz de generar efectos más agudos y prolongados: que por sí mismo minimice o anule la prevalencia de las situaciones de abuso que requieren de acciones individuales y reactivas para adoptar acciones proactivas y globales de buen trato que promuevan, refuercen y hasta garanticen las posibilidades de cada persona de llevar a cabo sus proyectos vitales en contextos de dignidad, respeto, seguridad e inclusión social plena.

La Atención Centrada en la Persona como motor del cambio hacia una cultura de buen trato

El Modelo de Atención Centrada en la Persona surge también como una respuesta a cómo construir una cultura significada por el buen trato, dado que intrínsecamente contempla tal intervención frente al maltrato de las personas mayores dentro de un enfoque integral y ético orientado por la dignidad de las personas. Va mucho más allá de contemplar la mera ausencia de agresión y promueve activamente el “buen trato”.

El sector institucional protagoniza este cambio cultural, incorporando esta cultura de trabajo en sus entidades hace décadas. Aún con distintas velocidades, vienen liderando el tránsito desde un modelo de cuidado (con énfasis en el servicio y rutinas organizacionales para la provisión de los cuidados que la enfermedad o la discapacidad determina) que también carecía de esta “toma de conciencia” o sensibilidad sobre lo sutiles que pueden ser las realidades en las que la persona experimenta tratos inadecuados, a un modelo en el que el buen trato y la satisfacción de los proyectos vitales determinan la organización y el sentido del trabajo.

Así, dentro de estos paradigmas, se vienen incorporando en esta cultura y en estos hábitos de trabajo y organización ideas y valores como:

  • El buen trato parte del reconocimiento de la dignidad de toda persona.
  • Apoyar y acompañar vidas con sentido es el sentido y la finalidad del trabajo de los profesionales.
  • Las personas tienen derecho a tomar sus propias decisiones y a acceder a la información necesaria.
  • El buen trato implica atención personalizada e integral.
  • El buen trato necesita de relaciones de calidad entre las personas que participan en el cuidado.
  • El buen trato conlleva apoyar a la persona a equilibrar sus objetivos de seguridad y bienestar.
  • Obtener los apoyos necesarios para un envejecimiento saludable y activo en un entorno que favorezca la vida independiente, la autonomía personal y la participación social es un derecho de las personas.
  • La protección de la salud y la promoción del bienestar físico, mental y social para garantizar la calidad de vida es un derecho.
  • El buen trato favorece el aprendizaje, desarrollo y la autorrealización a lo largo de toda su vida.

Transitar una vida digna, garantizar el ejercicio y disfrute de los derechos que nos son reconocidos y lograr la consecución protagonista e independiente de los proyectos vitales que la propia dignidad y el enfoque de derechos implica, suponen el ideal ético de la Atención Centrada en la Persona –y de quienes la practican individual, colectiva o institucionalmente–, y es para lo que el propio modelo nos ofrece principios, criterios, conocimiento, recursos, herramientas, estrategias y metodologías. Es, en esencia, un marco de excelencia en el trato y en la consideración de la persona.

Adoptar el modelo tiene bien como determinante o bien como consecuencia un cambio de mirada -a mejor- sobre la persona y la consideración de que el los apoyos cimentados en las relaciones de calidad son de importancia cenital: pues no sólo el éxito de tales apoyos a la persona depende de ello, sino que es en las distancias relacionales intergeneracionales en las que encontramos asimismo el principal caldo de cultivo del edadismo.

Entonces, este cambio cultural dirigido a equiparar la consideración valiosa de las personas mayores y dependientes con la de personas de cualquier edad o de cualquier otra condición está sucediendo de abajo a arriba, en avanzadilla por el ámbito institucional, y por el profesional y político que les orbita, interviniendo en los pequeños universos de cada centro y entidad asistencial pero logrando con ello permear las estructuras sociales y culturales con la conciencia, la sensibilidad y los valores que ulteriormente van a favorecer ese cambio cultural que significa la adopción del buen trato como significante esencial de nuestro esquema de valores compartido.

Esta es la forma en la que el cambio se está llevando a cabo e implica un esfuerzo de mayor calado que cuando el cambio cultural o de valores es inducido de arriba (desde la esfera macro social) a abajo (hacia los planos meso o microsociales).

En esta línea de trabajo y de lucha, lo que el 15 de junio se reclama–con toda justicia y necesidad– como toma de conciencia, se extiende el resto del tiempo a un compromiso de amplísimo alcance: la promoción de una cultura de reconocimiento de la vulnerabilidad –lo carencial– y la perenne necesidad del otro y de los otros como elemento constitutivo de lo humano para, no sólo su supervivencia biológica, sino para el desarrollo de una vida digna y la adopción natural de las responsabilidades individuales y colectivas que nos vinculan en este sentido.

El grupo Connect ostenta el deseo de un mundo en el que la dignidad y los proyectos de vida de todas las personas –especialmente las más vulnerables– se encuentran garantizados bajo cualquier condición o circunstancia. Rechazamos y repudiamos cualquier forma de abuso y trabajamos en equipo para apoyar esta toma de conciencia y para promover una cultura de responsabilidad social y profesional ante el buen trato a todas las personas.

Sugerencias Bibliográficas

Para la elaboración de este texto hemos consultado, nos hemos inspirado y, por tanto, recomendamos las siguientes referencias bibliográficas

  • Matia Fundazioa & Martínez, T. (2022). Rutas de avance en la Atención Centrada en la Persona: La Ruta de Buen Trato. Matia Fundazioa
  • Pérez Rojo, G. et al (2017). De los Malos Tratos al Buen Trato en las personas mayores. Nuevo paradigma en la evaluación. Revista de Victimología | Journal of Victimology, (6), 57-80
  • Rodríguez, P. R. (Coord.). (2022). El modelo AICP y sus beneficios en residencias de personas mayores: Rebatiendo mitos desde el conocimiento científico y los principios de la ética (Papeles de la Fundación, No. 8). Fundación Pilares para la Autonomía Personal
  • Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. (2011). Guía práctica para favorecer el buen trato a las personas mayores. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
  • Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. (n.d.). Decálogo para el buen trato a las personas mayores. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
  • Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España. (2016). Prevención de Malos Tratos a Personas Mayores (Cuaderno No. 21). Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España.

Descubre nuestras áreas de trabajo

© 2025 Connect Equipe Healthcare | Built with care by